sábado, 26 de diciembre de 2015
FIRMA DE "EN EL NOMBRE DE LAURA" EN LA LIBRERÍA LA ROCHA
La librería La Rocha de la calle Real 48 de Collado Villalba, me recibió con los brazos abiertos el día 22 de diciembre. Tanto Margarita y Nerea como Javier estuvieron atentos para que no me faltara de nada. Era la segunda vez que firmaba en esta librería y lo pasé estupendamente.
Tan bien fueron las ventas que Javier me emplazó para que firmara el día cuatro de enero en el local que La Rocha tiene en el polígono P29. Acepté y será la primera firma del 2016.
Muchas gracias a todos, sois estupendos.
FIRMA DE "EN EL NOMBRE DE LAURA" EN LA LIBRERÍA LA TRIBUNA
El día 23 de diciembre será una fecha inolvidable. Conocí a los dueños de la librería La Tribuna situada en la calle Portugalete, 17 (barrio de García Noblejas) que me trataron como si fuera de su propia familia. Y mi novela "En el nombre de Laura" también les agradece el que la colocaran con unos vecinos tan importantes. Muchísimas gracias a Rosa y Paco. Espero volver a veros pronto.
domingo, 20 de diciembre de 2015
FIRMA DE "EN EL NOMBRE DE LAURA" EN BOOKS CENTER - CENTRO COMERCIAL ZIELO - POZUELO
El día 18 de diciembre firmé ejemplares de "En el nombre de Laura" en Books Center. Esta librería está situada en el Centro Comercial Zielo de Pozuelo de Alarcón.
El encargado, de nombre Jordi, hizo todo lo posible para hacer agradable mi estancia con ellos. Y doy fe de que lo consiguió. Estuve cómoda y acompañada en todo momento. Muchísimas gracias Jordi. Se nos olvidó hacernos una foto juntos. Para la próxima novela...
sábado, 12 de diciembre de 2015
FIRMA DE "EN EL NOMBRE DE LAURA" EN LA LIBRERÍA HERMINIO GAS
El día 12 de diciembre, trece días antes de que "En el nombre de Laura" cumpla seis meses, la he presentado en la librería de Herminio Gas en Collado Mediano.
No tengo palabras para agradecer a Herminio su hospitalidad. La librería cumple con todo lo que un lector pueda desear: su interior parece una biblioteca y el dueño sabe recomendar lo que necesitas. Me he sentido como si estuviese en casa.
sábado, 24 de octubre de 2015
MICRORRELATO - SEXO BESTIAL
Siempre
le habían dicho que cuando se enamorase sentiría mariposas en el estómago.
Ahora que conocía esa sensación, su
entorno se había transformado en un mundo ideal, lleno de alegría y
satisfacciones. Sabía que era su media naranja, con quien quería pasar el resto
de su vida, sin embargo algo en su interior le hacía temer el momento en que
con él descubriera el sexo.
La
dulzura de su novio no evitaba que al ver su aspecto rudo e imponente, Bella se
sobrecogiera cada vez que pensaba en lo que Bestia pudiera tener debajo de los
pantalones.
sábado, 17 de octubre de 2015
RELATO BREVE - EL ORO DE LA LAGUNA
En el verano de 1840 se reúne en Lago de Carucedo un
pequeño grupo de hombres para dar la bienvenida a Enrique Gil y Carrasco,
escritor que se halla por esas tierras documentándose para su novela El Señor de Bembibre.
Entre los asistentes se encuentra Francisco Macías,
el alcalde, que sin dudar, le invita a pernoctar en su casa, situada en la
plaza de Lairó. Don Enrique acepta encantado, deseoso de escuchar las leyendas
que le narrará su anfitrión durante la cena. Tras los postres salen al corredor
a fumar sendos cigarros.
—Lo que le pueda decir es porque lo he escuchado de
boca de los vecinos de este pueblo. Sin embargo, puedo contarle mi propia
historia.
Gil y Carrasco se acomoda en el sillón, toma un
sorbo de cuturrús y le invita a comenzar el relato.
—Aunque han pasado cincuenta años, recuerdo como si
fuera hoy mi llegada a Lago. La nave que yo capitaneaba había sufrido tal destrozo,
por culpa de un saboteador, que impedía que nos pudiéramos unir a la flota
espacial que se dirigía a Zelados para la reunión anual de los Planetas Unidos
por la Paz. La avería sufrida no se podía arreglar ya que nuestros almacenes no
contenían el oro necesario para fundirlo y taponar los agujeros. Sería
imposible llegar a ningún planeta de la confederación si no reparábamos el desaguisado.
Se estudiaron los mapas y se decidió descender en el
planeta más cercano, en un lugar donde
fuera fácil encontrar el metal que necesitábamos. Trasco era un planeta que
habíamos estudiado desde todos los ángulos y que nuestros dirigentes querían
conservan al margen de la confederación. Se pretendía que fuera un planeta
virgen al que pudiéramos acudir en caso de absoluta necesidad ya que las
condiciones de oxigeno y presión, eran compatibles con nuestro sistema vital. Buscamos
el lugar idóneo y tras la coraza de invisibilidad y con los motores en
silencio, amerizamos sobre una laguna. Bajo sus aguas, nuestros magnetómetros
habían detectado ingentes cantidades de oro. Poco después de sumergir la nave
empezamos a trabajar a buen ritmo.
El metal que necesitábamos descansaba en las
profundidades, debajo de la antigua aldea tragada por las aguas. El oro se
hallaba al alcance de nuestros robots y tras un procesamiento sencillo, nos
serviría para arreglar los desperfectos.
Todo iba saliendo según lo previsto y en tres días
terrestres estaríamos en condiciones de seguir nuestro camino. Sin embargo,
nuestros planes se vieron entorpecidos cuando los radares captaron una
embarcación acercándose hacia nosotros.
El barco estaba justo sobre nosotros. Un cuerpo cayó
al agua, justo frente al cristal del puente de mando. No podíamos hacer otra cosa
que capturarlo. Una voz se alzó indicando que debíamos suprimir esa presencia,
aunque parecía obvio que no necesitaríamos actuar para que su vida se
extinguiese por sí sola. Algo en mí hizo que intentara salvarla. Creo que la
expresión correcta es “amor a primera vista”. Pedí a algunos miembros de la
tripulación que la introdujeran en la nave. A los pocos minutos me avisaron de
que la habían reanimado y que se encontraba muy confusa y asustada. Me presenté
ante ella con la verdad por delante, pero ella creía que había muerto y estaba
ante un ángel. Me hizo gracia su comportamiento y la invité a recorrer la nave.
—Me da la impresión que la dama en cuestión es ahora
su esposa, ¿me equivoco? —preguntó Gil y Carrasco.
—Así es, el oro, remedio necesario para mi nave y
riqueza para los terrícolas fue mi aliado para encontrar la pareja que llevaba
buscando desde hacía muchos años. La pena es no haber podido tener hijos con
ella por la incompatibilidad de nuestros genes.
—¿De sus qué…?
—Ah, señor mío, a veces no me doy cuenta de que
ustedes todavía hay muchas cosas que desconocen. Durante el próximo siglo,
seguro que la investigación avanzará por los derroteros de la genética.
—Su historia, real o inventada, es muy hermosa. ¿Y cómo la cortejó? ¿Qué fue de la nave y sus tripulantes?
—Eso, amigo mío, lo dejaremos para mañana.
RELATO BREVE - UN CRUCERO MÁS
—Por
algún motivo nos encontramos —dice el hombre a una mujer que se encuentra a su
lado en esos momentos—. Que ambos viajáramos solos fue un designio del destino.
La primera vez que paseamos por cubierta hacía frío. Me quité la chaqueta y te
cubrí los hombros. Sin querer, mis dedos rozaron tu piel y mi cuerpo vibró. Cuando
me miraste, no hicieron falta las palabras. Supe que en tu vida el sufrimiento
era la tónica general y quise transmitirte un consuelo que, a su vez, yo mismo
necesitaba. Estaba previsto un temporal, pero no de tal magnitud. Un movimiento
brusco nos arrojó al suelo. Te ayudé a levantarte y cogiéndote por los hombros
fuimos a refugiarnos a mi camarote. Tenías miedo de estar sola con esa tormenta
y yo de que tú tuvieras miedo. Nada más llegar, el vaivén fue demasiado para mi
pobre estómago, que empezó a protestar. ¡Vaya primera noche contigo! Cuando
desperté te habías ido. Un mensaje en el espejo del baño, escrito con
pintalabios, anunciaba nuestro próximo encuentro: después de desayunar, en la
piscina.
»Te
observé desde la distancia; estabas sobre una tumbona. Al verme me sonreíste y
reconocí en tus labios una promesa de amor eterno. Se me desbocó el corazón. Después
de la cena nos apoyamos en la barandilla y me sugeriste que acudiéramos a mi
camarote. Fue nuestra primera noche de amor. Formamos parte de un universo únicamente
nuestro. El blanco y negro dejó paso a colores pastel donde se mezclaron
jadeos, suspiros y sonidos de deseo.
»La
mañana del tercer día volví a despertarme solo. ¿Cómo explicar la sensación de
abandono? Busqué algún mensaje que me
indicara dónde podría encontrarte. Fui de un restaurante a otro intentando
localizar tu silueta. Hasta por la noche no te encontré e ibas del brazo de un
hombre. Volví a mi camarote sin que me vieras. Tomé pastillas para dormir y
entre sueños me pareció sentirte entre mis sábanas.
»Durante
el cuarto día no salí de mi camarote, no quería tropezarme contigo y sin
embargo, mi piel ansiaba fundirse con la tuya. Cuando viniste a recogerme para
ir a cenar, ni siquiera te pregunté dónde habías pasado las horas anteriores.
Quedaban tres noches, tras las cuales presentí que desaparecerías.
»A la mañana
siguiente estabas en mi cama. La visita a Atenas nos llevó todo el día y al
volver fuimos a mi habitación para saciar nuestros fuegos. Recuerdo muy poco de
lo que me contaste de tu vida. Me diste un nombre, Susana, para que pudiera
susurrarlo mientras te amaba. Sólo me interesaba que comenzaras una relación
seria conmigo. Ahora recuerdo que me hablaste que habías embarcado con tu
hermano y su mujer.
»El
sexto día de crucero parecías rara, pero lo achaqué a que era la última noche
que pasaríamos juntos. Disfrutamos de los lujos del buque y, tras la cena de
gala, volvimos a mi cama. Después de hacer el amor salimos a la terraza. Me
serviste una copa y te fuiste al baño. Tiré el líquido al mar; ya habíamos
tomado mucho alcohol y no quería que afectase a mis facultades. Aún así, como
tardabas, me adormecí. Un poco más tarde oí a un hombre que te preguntaba si me
había hecho efecto el narcótico y contestaste que sí. Preferí hacerme el
dormido y escuché como rebuscaba en los cajones, me imagino que para llevarse
todo cuanto había de valor. ¿Por qué te quedaste aquí? No puedes contestar
porque te he amordazado, ya lo veo. Cuando antes te lo pregunté me mentiste
diciendo que nada de lo que oí era cierto. No eres la primera mujer que me
engaña, ¿sabes? Pensé que contigo sería diferente, pero ha vuelto a suceder y
no que me queda más remedio que hacer lo de siempre. Te tiraré por la borda, pero
solo será un momento, luego no sentirás nada.
—¿Qué
tal la travesía?
—Muy
bien. Cada vez me gustan más estos barcos. Mañana mismo contrato otro.
—¿Has
tomado tu medicación?
—Por supuesto y no he tenido alucinaciones. Todo ha
transcurrido muy bien, como las otras veces.
RELATO BREVE - EL HEROISMO DE "EL NENE"
Manuel
nació en el seno de una familia muy humilde al otro lado del Atlántico y el mejor
juguete con el que disfrutó fue un balón que su madre había encontrado en una
papelera. Con el tiempo, un ojeador descubrió su talento con el esférico y le
fichó para jugar en el equipo local.
RELATO BREVE - LA FÓRMULA DEL CHARTREUSE
El
hermano Jerome se levanta el hábito hasta las rodillas y baja a la bodega. El
peligro de escurrirse por la humedad es evidente y lo último que necesita es
que un accidente retrase su cometido.
El olor
a Chartreuse inunda el recinto igual
que lo viene haciendo desde el siglo dieciocho. Camina entre la filas de cubas
hasta llegar al fondo de la nave. Allí, tras una puerta, se encuentra la
posesión más preciada para los monjes cartujanos. Introduce la llave en la cerradura y ésta cede al primer
giro. Desde la entrada comprueba que la estancia está iluminada. Llama al
hermano Carlos, pero nadie contesta.
Gracias al tiempo benigno que han tenido durante el invierno, la cosecha de hierbas aromáticas utilizadas para preparar el licor, ha sido muy productiva y los fardos, repletos, están en sus correspondientes anaqueles.
Su primera impresión es que el encargado del almacén ha olvidado apagar las luces y cerrar la puerta con los cuatro giros de llave. “Debo hablar con el prior porque la cabeza del hermano Carlos empieza a desvariar”. Recuerda que el sabor de la última remesa de Chartreuse verde era tan distinto al habitual, que tuvieron que desecharlo. Y menos mal que él se dio cuenta antes de empezar con el proceso de envasado.
Atraviesa
la sala y llega al recinto donde se encuentra el verdadero tesoro. Ve la caja
fuerte vacía. Mientras marca el número de su superior, para avisarle de que han
robado la fórmula, oye unas pisadas. Va a darse la vuelta, pero no le da
tiempo; un golpe en la cabeza le deja sin conocimiento.
Se despierta
en su celda. Antes de abrir los ojos escucha pasos a su alrededor. El médico del
pueblo y el prior están a los pies de la cama. Cuenta a su superior que han
robado la fórmula, pero el médico, al instante, recomienda dejarle solo para
que descanse.
El
hermano Carlos entra en la habitación poco después.
—¿Qué le
ha pasado?, —pregunta preocupado.
—Había alguien
en la sala. Me golpeó antes de que pudiera verle.
—¿Se lo
ha dicho al Prior?
—Prefiero
hablar con él a solas.
—Con
esta cabeza mía, seguro que habré hecho algo mal —se lamenta.
Al oír
estas palabras, el hermano Jerome recuerda lo que pensó sobre el hermano Carlos
al entrar en el almacén.
Su
compañero se ha sentado en el suelo, parece mareado.
—Hermano,
¿se encuentra mal?
—Un
poco mareado, pero ya se me pasa. Me avisó el doctor que podría sucederme con
las pastillas que me recetó.
—Gracias
a Dios. Y gracias a usted. Ayúdeme a levantarme y vayamos a ver al Prior.
Caminan
agarrados del brazo y hablando entre susurros. El hermano Jerome entra en el
despacho mientras que su compañero se queda fuera.
—Con su
permiso. Tengo algo que contarle. Es muy urgente —exclama.
—Veo
que está mejor. Yo me marcho —dice el doctor que se encuentra charlando con el
Prior.
—Por
favor, no se vaya —replica el hermano Jerome—. Reverendo Padre, el culpable del
robo y del chichón que me va a salir no es otro sino el doctor.
—No
sabe lo que dice. Debe de estar conmocionado —replica el médico.
—Usted
ha drogado al hermano Carlos para que todos pensaran que estaba perdiendo la
cabeza. Mientras le hacía pruebas en su consultorio hizo un molde de las llaves
que siempre lleva consigo. Esta noche no
contaba con que yo bajara a esas horas al almacén, y al verme, se asustó y me
golpeó.
—Pudo
ser cualquiera. ¿Por qué supone que ha sido el doctor? —pregunta el Prior.
—Porque
he reconocido sus pisadas. Debe tener una chincheta clavada en la suela del
zapato y hace un ruido especial; el mismo que oí en el almacén y hace un
momento en mi celda.
El
hermano Jerome se vuelve hacia el doctor que se revuelve en su silla.
—Si no
tiene nada que ocultar deje que veamos el contenido de su maletín.
El
médico se levanta y sale corriendo hacia la puerta. Intenta abrirla, pero está atrancada.
Alguien la está sujetando por fuera. Se oye una voz desde el pasillo.
—La
policía no tardará en llegar. Ya les he avisado —grita el hermano Carlos desde
el exterior.
RELATO BREVE - SUCEDIÓ EN SANTIAGO
Desde
el otro lado de la mesa, un joven me anima a relatar lo sucedido.
—Aunque
estoy seguro de que no me va a creer, le juro que ocurrió como se lo voy a
contar.
“Corría
el mes de octubre de 1975 cuando salía por la Nacional VI en dirección a Santiago.
En aquel entonces trabajaba para una firma de relojes y estos viajes rutinarios
me encantaban, aunque a mi mujer la sacaban de quicio, sobre todo después de
haber parido tres hijos mientras yo estaba fuera.
Después
de 600 kilómetros parando cada poco tiempo porque el motor de mi Seat 133 se
calentaba y debía rellenar de agua el radiador, llegué a mi destino ya de noche.
No era la primera vez que pernoctaba en esa ciudad y acudí, como siempre, a la
pensión La Neniña.
Pues
como le iba diciendo, dejé la maleta y pasé por el bar Ferreira para comer un
bocadillo. Cuando entré en el local lo encontré vacío a excepción de un señor
que ocupaba una de las mesas. En cuanto me vio, hizo gestos para que me
acercara.
—¿No
atiende nadie? —le pregunté observando que no tenía ninguna consumición.
—Estos
camareros de hoy en día no son como los de mis tiempos. ¡Mire! —dijo señalando
el ventanuco que comunicaba el bar con la cocina y por donde había aparecido la
cabeza de un joven.
Cuando
me acercaba a la barra, el hombre llamó mi atención.
—¡Escuche! Seguro que ni han notado su presencia. Estos
tipos miran sin ver. A mí me gustaría tomarme un ribeiro, pero es imposible, y lo
he intentado, no crea —dijo soltando una gran carcajada.
A mi
pregunta de por qué lo decía, me respondió: “Porque los muertos, mal que nos
pese, no podemos saciar nuestros apetitos”
Hice
intención de alejarme de aquel hombre que, sin duda, estaba loco.
—¿Dónde
cree que va? Para alguien que puede
darme conversación no dejaré que se marche —dijo cerrándome el paso.
Le miré
asustado, pero su aspecto no era amenazante, sino afligido. Me dio tanta
lástima el pobre, que me senté junto a él.
—¿Por
qué dice que está muerto, alma cándida? —le pregunté.
—¡Carallo! Porque lo estoy. ¡Mire! —y acercándose a la
pared la atravesó como si fuera una cortina de agua. Al momento volvió a
aparecer a mi lado. Me quedé con la boca abierta.
—¿Y por
qué está aquí y no se ha ido donde tengan ir los muertos? —pregunté con un hilo
de voz.
—Debo cuidar
de mi niña. Se ha quedado al frente del bar, los camareros son unos
sinvergüenzas y su marido un hijo de mala madre. La engañan todos y la tonta no
lo sabe.
Logré
serenarme y, al ver su cara compungida, me ofrecí para decírselo a su hija.
—A
usted no le escuchará. Si me fiara de las médium…, mi hija es un poco bruja,
¿sabe?, pero no sé…, todas son unas farsantes.
Al lado
de mi pensión había visto un cartel anunciando una tal Mademe Rolín y se me
ocurrió comentárselo al hombre para que lo intentara. El caso es que después de
un rato sin haberme tomado ni un ribeiro, salimos en busca del remedio para que
el difunto descansara en paz.
Cuando
llegamos al local, la puerta estaba abierta. Sentada al lado de una estufa
había una mujer con el pelo encrespado que me recordó a las meigas de los
relatos gallegos.
—Por
favor, señora, ¿puede ver al hombre que me acompaña? —pregunté.
La
mujer nos miró y abrió los ojos como si fueran a salírsele de las órbitas.
—¡Por
el Apóstol y todos los santos!, —exclamó
dando vueltas a mi alrededor—. Claro que le veo. Él es un espíritu normal. Pero
usted, usted…
Empezaba
a preocuparme por sus palabras cuando mi compañero rompió el silencio.
—Quiere
decir que usted también está muerto. ¡Qué carallo! ¿No lo sabía?
—No está
muerto, pero le falta poco. Debe estar en coma porque le veo borroso —dijo la
médium—. Hombre de Dios, aférrese al mundo y lo conseguirá. Piense en su
familia, piense en ellos, piense …
De
pronto mi mujer me zarandeaba en la cama de un hospital”.
El joven
del otro lado de la mesa me mira sin inmutarse.
—Doctor,
¿cree que estoy loco?
RELATO BREVE - TRES FUTUROS Y UN LIBRO
Corría
el año 1931 y a los padres de Begoñita poco les importaba que el rey Alfonso
XIII se hubiera exiliado, que Alcalá Zamora dirigiera el gobierno provisional y
que dos mujeres hubieran sido elegidas diputadas. Les traía sin cuidado el
republicanismo conservador, la guerra del Rif y la reforma agraria. Su único interés versaba en que las vacas
dieran buena leche, que las gallinas pusieran huevos y que los cerdos se
criaran gordos para abastecer la despensa después de la matanza. Entre este
ambiente rural y la escuela como lugar de asueto, se crió la niña y conoció la
vida que le esperaba.
Al llegar
a la juventud se echó de novio a un muchacho del pueblo vecino. Aunque la joven
había oído que sus galanterías no iban sólo en su dirección, prefería no hacer
caso a los rumores y seguir haciendo planes de futuro junto a él.
Uno de
tantos días, cuando bajó a lavar, vio un libro que asomaba entre unas piedras.
Dejó de lado su obligación y se dedicó a hojearlo. Al llegar unas paisanas con
los cántaros en busca de agua, lo guardó en un bolsillo del mandil para leerlo en
cuanto tuviera ocasión. El momento llegó antes de lo esperado; ese día el
hermano que debía llevar las vacas a pastar tuvo fiebre y ella ocupó su lugar. Una
vez en el prado, se sentó y comenzó la lectura.
Hablaba
de una joven que se llamaba como ella y que había nacido en un pueblo como el
suyo. La protagonista había sufrido el maltrato de su marido, pero, por fortuna,
él la había abandonado. Para evitar ser la comidilla de todos, se trasladó a
Madrid donde conoció a un importante ministro. El hombre la introdujo en sus
círculos sociales y, poco a poco, la influencia de la mujer se dejó ver en sus
decisiones políticas. La historia tenía un final feliz porque la pareja, aún
sin pasar por la vicaría, vivió feliz el resto para siempre.
Begoñita
vio en la narración una señal, un aviso de lo que podría llegar a ser su vida
futura si se casaba con un novio casquivano y volvió a su casa dispuesta a
cambiar su destino. Para ello encontró la solución en la figura de un joven de
la capital que había conocido durante las fiestas. El flechazo había sido
instantáneo y prometieron escribirse. La joven a base de papel y pluma dio
forma a una relación que terminó los dos años más tarde en el altar.
Después
de la boda, mientras preparaba la maleta para el viaje, encontró en el armario
el libro que tanto la había impresionado. Acarició su portada y le agradeció
haberla abierto los ojos y alejado de un futuro que nada tenía que ver con sus ensueños.
Su
felicidad fue efímera. Por problemas en el parto, la joven murió sin saber que
había tenido una niña a la que le pusieron su mismo nombre. Manuel al no poder
cuidarla, la llevó con sus abuelos maternos y así fue como la niña fue criada
en el mismo ambiente que su madre, aunque con más comodidades.
Durante
el año 1971, con una nieta de dieciocho años, los abuelos seguían más
interesados en sus animales y en su huerta que en lo que sucedía en España,
pero Begoña, que pasaba temporadas con su padre, se había enterado, entre otras
muchas noticias, de que había un príncipe Juan Carlos, que los Estados Unidos
luchaban contra Vietnam y que se había fundado la Asociación de Mujeres
Empresarias. Un día encontró el libro y lo que leyó la dejó impresionada. Lo volvió
a dejar en su sitio y tomó una decisión: su futuro estaba escrito en aquella
historia. Se trasladó a Madrid y estudió Derecho para meterse en política. Tres
años más tarde se casó con un compañero de clase y sus aspiraciones se
enfocaron en una sola dirección: cuidar de su pequeña Bego.
En el
año 2011, Bego acudió al pueblo de sus bisabuelos para vaciar la casa y ponerla
a la venta. En un armario encontró un libro titulado Su Futuro. A medida que pasaba las páginas, revivió su pasado ya
que ella había sufrido maltrato. En cuanto a su futuro, ella misma lo había escrito.
Se dedicaba a la política y su carrera no podía ser más brillante.
RELATO BREVE - EL TESTAMENTO DE CARLOS
Una puerta
oscura, con la mirilla de latón gastada por años de bruñido, dio la bienvenida
a Matilde en un frío día de febrero. Un muchacho le franqueó la entrada.
—Buenos
días señora Aguirre. Su marido tiene una visita. En cuanto se quede libre la
aviso.
La condujo
hasta una sala que en esos momentos se encontraba vacía. Matilde se quitó los
guantes y se frotó las manos para desentumecerlas.
«¡Qué
recuerdos me trae este lugar! Aquí conocí a Carlos y a Enrique siendo una adolescente.
Hace ya treinta años que dejé de trabajar entre estas paredes, sin embargo, todo
parece estar igual que entonces».
Pasados
unos minutos el pasante regresó y la acompañó hasta el despacho de Enrique
Aguirre. Matilde se acercó a él para saludarle y después se aproximó a la
chimenea buscando entrar en calor.
—Hola,
querida. ¿Al final Silvia no ha podido venir?
—La
llamé, pero tenía un viaje de negocios que no podía posponer. ¿Y Aurora?
—preguntó Matilde.
—No creo
que tarde.
Enrique
se acercó a la mujer y la tomó de las manos.
—Matilde,
mantente tranquila. No tendrás dudas, ¿verdad?
—No. Pienso
igual que cuando lo planeamos hace dos años.
El
ruido de la puerta al abrirse rompió el momento en que ambos anclaban sus
miradas en uno de los volúmenes del Aranzadi. El pasante les avisó que Aurora
García y su abogado habían llegado.
Cuando
el notario abrió el sobre que contenía el testamento del finado, las tres
personas le observaban sin pestañear.
Después
de los preliminares, les informó que Carlos Redondo de la Fragua había dejado a
su actual pareja, Aurora García Tizón, el libro de poemas que ella le regaló en
su primer aniversario. A Matilde Sánchez Fernández la colección de vinilos que
compraron en su viaje de novios a Londres. El resto de sus bienes pasarían a su
hija Silvia Redondo Sánchez.
Aurora,
una mujer de poco más de treinta años, se levantó del asiento con tal ímpetu
que la silla cayó al suelo. Su abogado la sujetó del brazo y le rogó que se
calmara; ya estudiarían la manera de impugnar el testamento. Ella, precedida del
joven letrado, salió de la sala dando un fuerte portazo.
Al
quedarse solos, Enrique y Matilde sonrieron y poco después la mujer abandonó la
notaría. Enrique alcanzó el volumen del Aranzadi y sacó de él un sobre. Mientras
lo abría se acercó a la chimenea. Contenía el primer testamento de Carlos en el
que nombraba única heredera a su actual pareja.
Mientras
los papeles se consumían entre las llamas, Enrique recordó que cuando llamó a
Matilde para comunicarle que Carlos había testado, ella no le preguntó por su
contenido; sabía que no se lo diría.
Siempre
había estado enamorado de Matilde y, tiempo después de que Carlos la dejara,
habían comenzado a salir. Aunque en varias ocasiones le había pedido que
hicieran público su noviazgo e incluso que se casaran, ella no había dado su
consentimiento; su moral no se lo permitía.
Cuando
a Carlos le informaron que le quedaba poco tiempo de vida, él ya sabía de la
relación de su amigo y su ex mujer y también que ella no se volvería a casar
mientras él viviera. Quería lo mejor para Matilde y sabía que Enrique la haría
feliz. Por eso ideo un plan, un chantaje para conseguir unirla con su antiguo
socio y amigo de la infancia. Enrique debería hacer creer a Matilde que el
testamento favorecía a su nueva pareja, dejando sin herencia a su hija y, por
si era necesario enseñárselo, compusieron uno. Conocía bien a su ex y sabía que
ella haría todo lo posible para que Silvia no se quedara sin nada. Enrique debía
convencerla de que él podría variar las últimas voluntades siempre y cuando le
diera el “Sí Quiero”. La mujer aceptó de buen grado, juntos guardaron el sobre
que contenía el testamento original dentro de un volumen del Aranzadi y
redactaron uno nuevo. Matilde pensó que habían falsificado la firma de su ex,
pero Carlos lo firmó de su puño y letra para que no hubiera problemas en el
futuro; no quería que su última pareja obtuviera ningún beneficio al estar
seguro de que su relación con él era sólo por interés.
RELATO BREVE - UNA NOVELA EN 3D
La habitación del
hotel de Valencia respondía a todas sus expectativas: exterior, luminosa y con
vistas. Con los últimos avances tecnológicos era el lugar indicado para regresaran
las musas, que la habían abandonado en los últimos tres meses.
Ana Prieto había
publicado varias obras y todas con gran éxito comercial. Su editor, temiendo el
síndrome de la página en blanco, le había reservado un fin de semana en aquel
lugar para ver si allí conseguía terminar la novela.
Después de deshacer
el equipaje salió a dar un paseo por la playa y, a la vuelta, llamó a su editor.
—David, si querías
que descansara, lo vas a conseguir. Es un lugar perfecto.
Él se rió y le
prometió que no se aburriría. Ana colgó sin saber a qué se refería, pero no le
dio importancia.
Después de que le
subieran la cena se sentó ante el ordenador y abrió el fichero de la novela en
la que estaba inmersa. Trataba sobre un asesinato. La inspectora que llevaba el
caso había descubierto que el homicida había sido el padre de una joven a la
que la víctima había violado. El problema vino cuando la policía se enamoró del
asesino y le asaltaron las dudas de si debía o no entregarle. Faltaba el
desenlace y Ana vacilaba entre si la protagonista debía realizar su trabajo ó
eliminar la prueba incriminatoria que tenía en su poder.
Eran las once de la
noche cuando unos golpes desviaron la atención de la escritora hacia la puerta.
Preguntó antes de franquear la entrada y la voz de una mujer contestó que era el
servicio de habitaciones. Abrió y se encontró con una chica llorando. Le
imploró que la dejara pasar porque debía darle un mensaje urgente. Una vez
dentro, la joven se explicó:
—Mi padre me adora
y ha asesinado al hombre que me violó. Ahora es probable que vaya a la cárcel y
me siento culpable.
Aún sollozando, la
muchacha salió corriendo. Ana se quedó sin palabras y estuvo durante toda la
noche dando vueltas a lo ocurrido.
A la mañana
siguiente bajó a desayunar a la cafetería y cuando se disponía a irse, un
hombre la abordó y le pidió que le escuchara. Ella volvió a la mesa y con un
gesto le invitó a sentarse.
—He matado al
malnacido que violó a mi hija. Sé que iré a la cárcel y me siento culpable, no
por el asesinato, sino porque mi hija se quedará sola.
Dichas estas
palabras se levantó y se fue dejándola con la boca abierta. Ana empezaba a
pensar que sufría alucinaciones.
A las once llamaron
a la puerta. La abrió sin molestarse en preguntar quién era. Encontró a una
mujer que se presentó como inspectora de policía. Directamente, Ana se retiró
para que pasara. Sin más preámbulos la invitada comenzó:
—Tengo dudas
morales. Al fin y al cabo debo hacer cumplir la ley y he encontrado a un
asesino, por lo tanto tengo obligación de entregarlo a la justicia. Sin embargo, me he enamorado de él y comprendo
sus motivaciones.
Después de decir
esas palabras se marchó. Ana pensó que las visitas que había recibido
probablemente eran fruto de su imaginación.
Al día siguiente, en
el taxi que la conducía hacia el aeropuerto, el conductor le contó una
historia.
—Un amigo mío se
enamoró de una joven, pero por un maletín que ella olvidó en su coche, descubrió
que pertenecía a un clan dedicado al robo de obras de arte. Por aquel entonces
trabajaba como chofer para un magnate de la industria hotelera. Ella le sonsacó
información para perpetrar un robo en la mansión de su jefe. Mi amigo le pidió
que no lo hicieran y ella, riéndose, le contestó que nadie le creería porque,
si se iba de la lengua, le acusaría de haberla violado. Al final, ella le
denunció, pero su padre, temiendo que el negocio se le escapara de las manos, le
asesinó.
En el aeropuerto,
mientras esperaba la salida del vuelo, Ana llamó a su editor para informarle
que había encontrado el final perfecto para la novela. David le preguntó si no
había sucedido nada sorprendente durante su estancia.
—Los actores
geniales y la representación, un éxito —contestó Ana riendo.
RELATO BREVE - LA HABITACIÓN 604
Conchi
es enfermera y sabe como taponar la herida producida por un disparo. Su deseo
en esos momentos es mirar hacia la calle por la terraza de la habitación 604,
en el hotel de Almuñecar donde nunca debían de haber ido, pero sabe que si deja
de presionar, el hombre podría desangrarse.
No sólo
llegarán los médicos, ella sabe que con
ellos también vendrá la policía y le inquieta lo que pueda pasar a partir de
ese momento.
Son las
tres de la mañana, sólo han pasado diez minutos desde que comenzó todo. Llevaba
dos noches con la almohada empapada de sudor porque el aire acondicionado no
funcionaba en condiciones y, entre ese detalle y los sofocos por la menopausia,
no conseguía conciliar el sueño. Mira que le había rogado a su marido que
reservaran un hotel en Galicia, allí tendría el descanso asegurado, pero él se
empeñó en que fueran a Granada. Si la hubiera hecho caso…, pero no, siempre
tenía que salirse con la suya.
Recuerda
que no podía dormir, miró el reloj y cada minuto que pasaba los nervios se
apoderaban de ella más y más. Se levantó y se dirigió a la terraza para fumar. Al
momento oyó pasos en el pasillo que se detuvieron al llegar a la puerta de la
habitación. Notó como se movía el picaporte y se asustó. Salió y se escondió.
No entiende porqué no chilló para que el
intruso desistiera, pero no tuvo valor. Quizás debería haber gritado y el desastre se hubiera
evitado.
Vio
como un hombre se acercaba hasta la cama. Después pudo observar la silueta que iba
hasta la puerta y miraba el número. Entonces el sujeto retrocedió y encendió la
luz. Preguntaba con insistencia dónde estaba Conchi, y ella, reconociéndole por
la voz, se encogió aún más en el rincón que creía seguro.
Oyó un
disparo y después Luis salió a la terraza y la encontró. Dijo que iba a
matarla. El miedo, en vez de paralizarla, hizo que sacara fuerzas aún no sabía
de dónde y se enfrentó a él. Después de un forcejeo le empujó y el hombre cayó
por la barandilla.
Conchi
empieza a temblar cuando la policía y el Samur entran en la habitación. El
inspector Fernández se presenta y le dice que salga con él a la terraza. Allí,
entre sollozos, le cuenta lo sucedido. Ahora que Carlos está siendo atendido
puede dar rienda suelta a los nervios.
—Fue
usted muy valiente, señora —asegura el inspector—. El individuo que cayó desde aquí
ya no volverá a atacar a nadie, ha muerto. Ya puede usted volver con su marido,
y acompañarle al hospital. Espero que se salve. Por cierto ¿el arma es de
ustedes o la trajo el ladrón?
—Señor
inspector, creo que hay un malentendido. Mi esposo se había ido a Cáceres unos
días para cerrar un negocio y no debía volver hasta mañana. El de la habitación
es un amigo especial. Mi marido es… —dijo señalando hacia la calle con la
cabeza.
MICRORRELATO - POR SIEMPRE JUNTOS
María repara
las redes con esmero, como aprendió siendo una niña. Desde su silla, piensa en
lo que pudo ser y no fue. Y así, día tras día, dirige la vista hacia los barcos
que llegan a puerto cargados de anchoas, chicharros y sardinas; pero su mirada
vuela más allá del horizonte, allá donde el sol comienza a esconderse. No le
quedan lágrimas que verter, ni esperanzas de reencuentro.
Sigue tejiendo. Un dolor agudo le impide respirar. La aguja cae al suelo. Oye su voz, percibe su olor de marinero viejo. La emoción la embarga viéndole de pie a su lado. Siente como su mano le acaricia el pelo.
MICRORRELATO - VAMOS A CORRER
María
ha estado inmovilizada durante más de un mes por una rotura de pie y ahora
protesta por los kilos de más. Ha empezado a comer verde y le ha dicho a una
amiga que comenzará a correr. Es bueno que lo haga, lo malo es que querrá que
la acompañe y a mí hoy no me apetece; está lloviendo. Me mira. A ver cómo le digo que no. Se ha ido a la
habitación sin decirme nada, creo que por esta vez me he librado.
¡Cielos!
Se ha puesto el chándal y las deportivas. Se acerca a mí. Trae en la mano la
correa.
MICRORRELATO - UN DESTINO INESPERADO
Tras
una penosa enfermedad, por fin, Saturnino se siente bien. Al amanecer sale de
casa sin despedirse; su familia está dormida.
En la puerta le espera Nicolás, el ser que le dirigirá en el largo viaje que le espera. Ya en su destino Saturnino mira hacia el fuego, los destellos de las llamas le hipnotizan. El calor es insoportable. Se pregunta qué ha hecho mal para acabar allí. Este no es el futuro que soñaba cuando de niño rezaba a todos los santos.
En la puerta le espera Nicolás, el ser que le dirigirá en el largo viaje que le espera. Ya en su destino Saturnino mira hacia el fuego, los destellos de las llamas le hipnotizan. El calor es insoportable. Se pregunta qué ha hecho mal para acabar allí. Este no es el futuro que soñaba cuando de niño rezaba a todos los santos.
Mira a
su izquierda y nota que su guía le dice algo. El ruido es ensordecedor. Sólo le
entiende cuando Nicolás le grita en la oreja.
miércoles, 23 de septiembre de 2015
PRESENTACIÓN EN EL NOMBRE DE LAURA EN BARCELONA
CON MARÍA, MI EDITORA |
Debo dar las gracias a la Asociación y todos los que me acompañaron en ese día especial.
CON MIS AMIGOS GLORIA, JACINTO, LOREN Y TERESA |
CON MI AMIGA JANE |
CON MIS AMIGOS ROSER, MªJOSÉ Y CARLOS |
CON MI AMIGA ELENA |
sábado, 12 de septiembre de 2015
FIRMA DE "EN EL NOMBRE DE LAURA" LA LIBRERÍA PAPER DREAMS
El 11 de septiembre firmé "En el nombre de Laura" en la librería Paper Dreams del centro comercial La Tortuga en Las Rozas. Estoy muy agradecida a Gloria, la dueña, que nos ofreció todo su cariño y profesionalidad, tanto a mí como a mi novela.
Mi pequeña tiene ahora otro escaparate. Próxima parada presentación en Barcelona.
Mi pequeña tiene ahora otro escaparate. Próxima parada presentación en Barcelona.
CON GLORIA |
CON JUAN JOSÉ, MARÍA LUISA Y TERESA |
CON SILVIA |
martes, 11 de agosto de 2015
FIRMA DE "EN EL NOMBRE DE LAURA" LA LIBRERÍA LA ROCHA
lunes, 6 de julio de 2015
MICRORRELATO - LA ISLA DE LOS FAMOSOS
—Después
de varias semanas participando en el concurso sólo quedábamos cuatro y hace
tres días, al levantarnos, Damián había desaparecido. Tú nos dijiste que le
habíais hallado con un cuchillo clavado en el corazón y que no habláramos del tema porque el concurso
debía continuar. Nos dejaste claro que uno de nosotros era el asesino y que
estuviéramos atentos porque podría volver
a pasar. A partir de entonces cada uno sospechó de los demás. Mis
nervios no han soportado la tensión. Quería conservar la vida y para ello he matado
a todos. ¿Y ahora me dices que era una mentira, que Damián está sano y salvo en
el hotel?
El cámara
continuó filmando. El éxito de audiencia estaba asegurado.
RELATO BREVE - LA CERILLERA DEL MOULIN ROUGE
Hacía
tres años que la Primera Guerra Mundial había terminado, tres años aguardando
la vuelta de su amado Jean Pierre, tres años de desasosiego. Nunca le
perdonaría haber roto la promesa que le hizo desde la ventanilla del tren que
le conduciría al frente. “¡Espérame, volveré muy pronto! La última noticia que
tuvo de él llegó a través de una carta escrita antes de la segunda batalla de
Marne y que
Juliet recibió cuando la tinta en el tratado del armisticio estaba ya
seca.
Los
compañeros que regresaron, cansados, pero orgullosos de su papel en la gran
contienda, no arrojaron luz sobre su paradero. No figuraba como caído, tampoco
como desaparecido o prisionero; simplemente se había desvanecido.
Los
recuerdos de Jean Pierre, junto con la lluvia que caía a raudales en esa noche
de otoño, causaban en Juliet una sensación de indefensión, un malestar que le
subía desde el estómago hasta la garganta. Se vistió con el uniforme y se
maquilló para disimular las ojeras originadas por tantas noches de insomnio. En
el trabajo, que su amiga Margot le había conseguido como cerillera en el Moulin
Rouge, su jefe le había dejado claro que el público acudía allí para divertirse
y que ella debía ofrecerles la mejor de sus sonrisas. Dejó su oscuro apartamento
con vistas al cementerio de Montmartre y caminó sorteando los charcos hasta el
cabaret.
Desde
una esquina de la sala se fijó en los clientes que habían empezado a ocupar las
mesas. Las damas, con vestidos de lentejuelas, boas, largos collares de perlas,
plumas y un intenso maquillaje, y los hombres, ataviados con trajes, pañuelos
en los bolsillos y calcetines combinados con zapatos de dos tonos, irradiaban
sensualidad y marcaban el contrapunto entre el esnobismo de las clases
pudientes y la miseria provocada por la
guerra. La función empezaría en diez minutos y para entonces los camareros
tendrían que hacer malabarismos para llegar a las mesas con las bebidas.
Unos
clientes habituales, con gestos, le indicaron que se acercara. Cuando volvía
hasta su rincón después de atenderles, tropezó con una mujer y parte de la
mercancía que llevaba en la bandeja cayó al suelo. El acompañante se agachó
para ayudarla y Juliet le dio las gracias. Al incorporarse sus ojos se
encontraron. La pareja se marchó sin reparar en el efecto que este tropiezo había
ocasionado en la joven.
—¿Sabes
quién era esa pareja? —preguntó Juliet con voz entrecortada a otra cerillera
que había visto la escena.
—Son
Jean Pierre Algoud y su mujer. Acaban de regresar. Han estado dando la vuelta
al mundo durante un año y, después de la función, darán una fiesta privada a
sus amistades —contestó.
Juliet
salió a la calle; se ahogaba. Corrió sin rumbo intentando dejar atrás la
recurrente pesadilla hecha realidad. Su huida la llevó hasta el Pont de Neuilly
bajo el cual las aguas del río Sena fluían veloces hacia su destino.
Sus
lágrimas y la intensa lluvia la empapaban. Su vida estaba acabada. Jean Pierre,
el hombre al que había añorado, al que había guardado ausencia, al que había amado
con todo su ser, ni siquiera la había reconocido. Se encaramó a la barandilla y
saltó.
Un fotógrafo,
que en ese momento tomaba instantáneas desde un yate por el río, vio a través de la cámara como una
mujer se precipitaba al agua y, sin pensarlo, se lanzó a salvarla. La subieron
al barco y consiguieron reanimarla.
Lo
primero que vieron los ojos Juliet al abrirse fue una sonrisa alegre enmarcada en
un rostro atractivo. Poco a poco se recuperó del golpe y consiguió articular
algunas palabras.
—¿Dónde
estoy? —preguntó.
—Tranquila, está a salvo, Me llamo Man Ray y usted es la mujer más hermosa que he visto en mi vida.
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